El Origen de las Creencias

Cuando el homo sapiens desarrolló los primeros elementos culturales, hace 50000 años, ya tenía ciertas preguntas acerca de los fenómenos naturales, pues él consideraba que eran provocados por una fuerza superior que dominaba dichos acontecimientos en su entorno. Así, consideraba que era necesario conjurar a la lluvia, el Sol, la luna, los terremotos por medio de rituales que principalmente eran danzas y cantos. Aquí se da la primera manifestación de las creencias en la historia de la humanidad.
Cuando los primeros grupos nómadas se asentaron en las primeras civilizaciones, Mesopotamia, por ejemplo (hoy Irak), ya tenían en sus comunidades elementos culturales como el dibujo, la arquitectura y el culto y reverencia a la muerte. Es en estos momentos cuando el ser humano extendiéndose hacia Siria, Turquía, Irán, Egipto, Jericó; lleva consigo a través de los siglos, sus creencias y ritos para la subsistencia humana. Se mitifican a los animales y se les otorga un puesto divino en el templo de su pensamiento, convieriendo a éstos en semidioses, mitad hombre, mitad animal.

De tal forma, se comienzan a redactar, de acuerdo a sus creencias y en distintas culturas, los primeros libros que narran la creación del universo, así como también las leyes que en esos pueblos habrían de regir. Textos como “El libro de los muertos” y “Textos sapienciales” que datan de 3000 años A.C., (Egipto); “La Biblia”, redactándose el nuevo testamento unos 1500 años A.C. (Israel) y el nuevo testamento en el S. I y II D.C., (Italia e Israel); “Los diálogos de Platón” alrededor del S. IV A.C. que difunde el pensamiento socrático (Grecia); y “El Corán”, escrito en el S. VII (Arabia y Medio Oriente). Estos escritos nos muestran ciertas similitudes en tanto a las creencias, siendo las más destacadas, las reglas de urbanidad, convivencia entre los pueblos y el culto al Dios. Nace entonces el temor de Dios (o dios) como una virtud, gracia o don, según la región en la que se haya establecido dicho temor. Y precisamente en esos siglos, con otro matiz del temor, había ya gente que se dedicaba a otras “ciencias” como la astrología, la magia y la hechicería; creencias que en los pueblos, eran adoptadas por la gente común que tenía cierta reserva a lo desconocido, y por qué no decirlo, a lo inexplicable. Se cree en fantasmas y espíritus; en fuerzas malignas que luchan a muerte con las fuerzas del bien.

Creencia no siempre es fe, aunque al parecer vayan de la mano incluso por la misma religión. Con estas características, saltemos unos siglos hacia delante, y veamos que en la Inquisición francesa iniciada en el año 1184; la española en América de 1478 a 1821; y la portuguesa, también en América de 1536 a 1821, castigaban lo que ellos consideraban como herejía, a los cultos que no tenían nada que ver con la creencia cristiana. Se evangeliza a los pueblos conquistados y se edifican iglesias para que la gente tenga un lugar de encuentro y compartir el credo.

Creencias como el culto a la muerte, al Sol, la lluvia y la tierra, fueron características en las culturas mesoamericanas, ya que como se mencionó al inicio, los pueblos indígenas, al igual que el hombre primitivo, sin el conocimiento religioso que hoy en día tenemos, o pretendemos tener, veneraban a deidades simbolizándolos por medio de pinturas, esculturas, pirámides, templos, y collares que adornaban sus cuellos. Algunas de estas creencias se siguen practicando en el nuevo siglo, y otras más se adoptan y adaptan a las necesidades de cada individuo. Entre las más comunes se encuentran: la pata de conejo en el bolsillo, la magia blanca o negra, la energía que se recibe del astro Sol en el equinoccio de primavera, la estampita de algún santo o virgen en la cartera, el tocar una imagen en una iglesia católica, el afirmar que lo que está escrito en la biblia es palabra de Dios, el evitar pasar frente a un gato negro y poner una herradura en la puerta de la casa. Todo esto, en el ejercicio constante de tener paz y salud principalmente.
¿Creer en algo, en alguien, en ti mismo, o en Dios es malo? Por supuesto que no si tomamos en cuenta que el ser humano busca el bienestar de los suyos y de él mismo. Cabe mencionar también que el no creer puede considerarse como “creencia” si consideramos que ésta existe siempre y cuando los seres humanos les otorguen un valor moral, científico o filosófico en la vida.

Todo es posible. Y también todo es justificable si partimos desde el temor a lo desconocido, o tal vez a una deidad; hasta llegar, si así se desearía, a la energía que él mismo, el ser humano, puede generar para su bien, tenga o no tenga razón, después de todo, la única oportunidad que tenemos para ser felices en la milenaria historia de la humanidad es precisamente la misma que en éste instante te hace reflexionar en el camino de tu vida, haciendo un viaje hacia tu interior en beneficio propio y de los seres queridos.
Namaste!!!

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