"EL ORIGEN".

“Todo lo que puedes ver y tocar; todo lo que alcanzas a ver y que no puedes tocar; incluso aquello que sabes que existe, pero que no lo puedes ni siquiera ver ni mucho menos tocar… Todo eso tuvo un antecedente, y, al final de cuentas debió originarse en un momento, en algún lugar en donde no había nada ni nadie”.

La mayor parte de los habitantes de nuestro planeta afirman que existe un Dios que ha creado el universo y que este se rige bajo su voluntad, que nada escapa a su vista, que su gracia les ilumina y que está todo diseñado con un fin perfecto y justificado, que por ser buenos "viviremos" eternamente contemplando el rostro divino de Dios. Estos conceptos están sumamente introducidos en el corazón de los cristianos porque hay una fe que es la que renueva las ganas de vivir y amar al prójimo, “La fe mueve montañas”, se dice entre la gente que cree en Dios. Muchos años quise ser parte de esa estadística, sonreír, tener las respuestas para todo, creer, no pensar, decir que soy feliz aunque mi mundo se desmorone y tomar la pastilla de la fe para calmar mi descontento con la injusticia de lo que me rodea, pero no. Esa idea no es confiable en cuanto a lo tangible. Además, no está dentro de mi naturaleza. La teología se basa en las ideas forjadas en la mente y en lo que creemos saber de acuerdo a la experiencia de vida y a lo que se quiere predicar. De tal forma, en la antigüedad, concretamente en el pueblo judío, se formó la idea de un Dios bueno y muy inteligente porque esa imagen se tiene de nuestro padre en los primeros años de vida: “Papá es inteligente y bueno”. Así mismo, se tiene la idea de un Dios castigador y justo porque el padre biológico es justo y castiga cuando el hijo se porta mal, o sea, un Dios que podamos imaginar atendiendo a los conceptos de imagen y comportamiento que tenemos establecidos los seres humanos porque bien es cierto que no podemos crear en la mente algo que no hemos visto, de ser así, sólo formaría parte de una quimera que no pertenece al mundo real. Ahí se explica la personalidad tan humana de Dios. “Las cosas no son como son, sino como las percibimos, o como las imaginamos”.
Aclarado este punto, retomemos el tema inicial: El origen.  Dice el Génesis: Todo era oscuridad, y el espíritu de Dios flotaba entre las aguas… Si todo salió de la nada y en esa nada habitaba Dios, debo comentar que entonces Dios ya habitaba dentro de algo, es decir, la materia, el agua. Ya habitaba en un lugar y espacio, mismo que versículos después los “crea” o mejor dicho los recrea (…). Por lo tanto, el nacimiento del todo a partir de la nada se le adelantó al Dios bíblico.
¿Las cosas salen así porque sí sin más? ¿Pudo algo o alguien crear vida de la nada? ¿Somos producto de una hermosa e increíble casualidad?
Para comprender el qué y porqué de las cosas, es necesario saber su composición. Para un infante, un pastel es sólo una cosa, pero al momento de ayudar a mamá en la cocina a preparar un rico pastel, el niño se da cuenta de que es un conjunto de ingredientes organizados en perfecta medida, de lo contrario, saldrá del horno algo que no se llamará pastel. De la misma forma podemos razonarlo con todo lo que se puede percibir con todos los sentidos. No hay cosa u objeto que sea único o que haya sido creado a partir de un solo elemento. Nosotros mismo somos el producto de millones de elementos físicos y químicos que fueron producto de millones de años de evolución. Al decir “yo soy”, el hombre se refiere, aunque algunos no lo sepan, al conjunto de células que conforman la figura  y estructura de cuerpo. No somos barro, somos todo hecho un magnífico resultado.  ¿Pasará de igual forma con nuestro universo? Podemos apostar mil a uno a que sí.
Entre lo más destacado del Big- bang, anoto que todo el universo y las galaxias han sido producto de una concentración de materia y energía que llevó millones de años en reunirse, explotar en todas direcciones y conformarse paulatinamente en lo que hoy conocemos como la vía láctea. Pero, ¿de dónde vino toda esa materia y energía..?
Los científicos sugieren que todo esto que vemos y que no alcanzamos a ver, tendrá un movimiento contrario llamado “La gran implosión”, y así como se ha expandido todo, de igual forma se contraerá, para que de nuevo, en unos billones de años se “reinicie” la materia con una nueva explosión, un nuevo Big-bang, un nuevo comienzo. Esta teoría se basa en la premisa de que todo es cíclico y que de igual forma la materia renace o se regenera. Teorizando un poco, ese nuevo big-bang dará forma a nuevas galaxias y, con toda probabilidad, una nueva forma de vida en algún o algunos nuevos planetas, ya que toda la materia tendrá entonces residuos de historia y vida que con el paso del tiempo, generarán vida de la nada (lo dije entre comillas). 
Cito a Darwin: “...si pudiéramos imaginarnos una pequeña charca cálida en la que se encontraran toda clase de sales, en la que hubiera amoniaco y fósforo, luz, calor, electricidad, etc., y que se formase químicamente un compuesto proteínico en esta charca, dispuesto a someterse a cambios aún más complicados...”.
Posiblemente nosotros formamos parte de esa gran implosión y explosión, de esa casualidad, de esa charca que dio origen a toda la vida vegetal, animal y humana. Posiblemente ese sea el origen, posiblemente...
Pero de ser así, aun queda la gran pregunta: ¿y antes de todo eso, qué había y de dónde nació todo eso. De la nada? Mi razón se niega a aceptar que algo salga de la nada cual si fuera una paloma que sale de la bolsa del mago. Eso es imposible para mi razón, pero tal vez no es imposible para las leyes de la naturaleza. Tuvo que haber algo, o alguien que dio impulso a la vida. Qué más da si es un ente o un creador, pero un dios, jamás, porque la definición de dios añade otras cosas irreales y bastantes incongruentes. Y si acaso fue un creador, éste tuvo necesariamente un principio. ¿O acaso se formó solo ese creador? 
No soy dogmático de ningún bando. Ni ateo, ni creyente. No tengo los conocimientos suficientes para poder determinar de dónde salió todo, y dudo que alguien con base cien por ciento verídica lo demuestre. Sólo cuento con mi sentido común. Y prefiero entonces seguir mi camino, dejar de luchar por la verdad absoluta y no angustiarme más, porque ni siquiera después de mi muerte podré decirles a todos ustedes estaban en lo cierto, o bien, estaban equivocados. Después de todo, ¿no se dice que somos libres de creer lo que se nos venga en gana?
Gracias por leer.    



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