Desde que el
hombre razona se ha preguntado a sí mismo el porqué de su existencia, busca
incansablemente una justificación válida para su preexistencia en el mundo. Sus
preguntas se alejan de la realidad misma para llenar un vacío que alberga desde
que pensó por primera vez en la muerte. El miedo a dejar de existir y la
decepción de vivir sin razón alguna o, simplemente, porque es debido no
satisfacen por completo la incertidumbre ante la cual fue creado. La búsqueda
lo lleva a lugares dentro y fuera de sí, recreando un escenario propio llena de
aseveraciones que cubren con su expectativa.
A medida que se descubre, los dioses que crea
en su imaginación son en sí mismo un reflejo del Yo Interior o de la
magnificación del Ser de la persona. Así pues cada Dios alberga parte del
hombre y parte de la Divinidad; cada Deidad es en sí un reflejo propio del
Hombre pues de El provino, aun así no deja de lado la justificación sobrenatural,
prolongando entonces la Chispa de la Divinidad, el decoro de lo espiritual.
Dios dividió en trozos, parte hombre y
parte espiritual. Esto no es algo nuevo, la humanización de lo divino es
tan antigua como el propio hombre. Esto es concordante, pues lo creado busca de
alguna forma recrear lo divino, incluso en la biblia podemos observar este
hecho: “(…) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gén.
1:27)
Esta separación [y unión al mismo tiempo] de
Dios realza la relación del hombre con su Deidad Suprema, cambia el giro
dramático de la historia y a su vez propone una rama secular bastante
aceptable. Dios como creador del cielo y la tierra, creación del Hombre e
ilustre Gobernador del mundo. La cuestión sigue, tenemos al productor pero no
el motivo. La justificación del creador es innata al origen del mundo, pero
¿cuál es la razón de existir?
El ámbito del hombre por encontrar la causa de
su creación sigue presente aun en las más arcaicas religiones y/o creencias. No
son únicas y tampoco representan la verdadera razón de la existencia humana,
esta es solo una más de estas explicaciones. Es por ello que bajo mi concepción
este motivo se diverge en otro acontecimiento que el mismo hombre ha pensado
por la rama filosófica del conocimiento.
El motivo subyacente que se cuestiona siembra
un principio de incertidumbre y una respuesta insatisfactoria. Aun así, surge
como elemento central el creacionismo del cual me he envuelto y analizándolo
con precisión se percata de la “Creación de Dios” en contra posición con la
conclusión intima del Dios Creador. Es lógico verlo en ese sentido, si Dios
creo al mundo y al hombre mismo, también pudo haber creado a alguien a su
“imagen y semejanza” o incluso algo más arriesgado “Su igual”.
Esta idea central de la creación de Dios nos
da significativamente una razón para rechazar tal idea: Dios todo lo puede
hacer, pero jamás crearía a un igual. ¿Por qué? Pues el basamento teórico nos
indica que Dios posee limitación en crear otro en igual magnitud, al estar tan
ligado al pensamiento del Hombre, Dios en su gran dominio, no cabría o no
caería en la posibilidad de crear una contraparte por el miedo a la
automutilación o destrucción de su yo mismo. Esto es una premisa importante, al
desligar los Dioses griegos vemos como la violencia abarca en todo sentido la
humanización de los Entes Eternos.
Luego, sale a la luz una nueva perspectiva o
idea surgida del interior de mi ser, pensada y bien calibrada en el sentido
propio; si dios todo lo puede entonces ¿Por qué la limitación planteada con
anterioridad? Si Dios es limitado en sus acciones, debe haber alguien por
encima de Él en las cuales sus acciones son ilimitadas. Tal argumento esboza
una paradoja: Dios crea a un Dios-Creador, y esta última entidad nos crea a
nosotros; esta deidad creadora desconoce a quien lo ha creado de la misma forma
como el hombre desconoce a su Creador. Brota en el panorama una cadena infinita
de Dioses creadores que albergan creaciones de nuevos mundos y nuevos dioses
que desconocen en principio su origen.
Bajo esta nueva luz de realidades, se presenta
un problema de creación infinita. Es esta creación infinita de Dioses una
inercia de la realidad. Plantea una cuestión insolucionable y poco ética,
generando un conflicto y albergando más vacío. Aun así, Platón y el
Cristianismo orientan para refrenar este exilio de creación.
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